En el campo: La magia del envero, cuando las uvas empiezan a decir “Aquí estoy”
El envero es una de las fases en las que más se nota cómo evoluciona la vid y que marca la cuenta atrás hasta el comienzo de la vendimia.
En esta fase se dan cambios en el metabolismo y la fisiología de la planta, y uno de los que más llama la atención es que la uva empieza a transformar su color.
Esto se produce porque las células vegetales de las uvas dejan de sintetizar clorofila y en su piel, el hollejo, se crean compuestos fenólicos, sobre todo, antocianos, responsables de dar el color a los vinos tintos.
Al tiempo que ocurre el envero, se produce también el agostamiento de los brotes, aquellos brotes que habían florecido en primavera y que dieron lugar a las flores que se han convertido, a estas alturas de verano, en racimos.
Cuando los brotes ya son racimos y dejan de crecer, los brotes que portan estos racimos también cambian su color, los tallos, de ser verdes y por un proceso de “lignificación” (palabra que procede del latín lignum, leño) se convierten en zarcillos o sarmientos, esos tallos retorcidos que luego, tras la vendimia, acaban siendo combustible para asar chuletitas.
El envero es un proceso lento que no ocurre en todas las uvas ni en todo el racimo a la vez, es un paso gradual. Desde el envero hasta la fecha de vendimia suelen transcurrir unos 60 días, pero esto no es exacto porque depende de la luz y las temperaturas.
Más que de las temperaturas, de la diferencia térmica entre noche y día: cuanto mayor es el salto térmico, más azúcares sintetiza la planta, más evolucionan los compuestos fenólicos y más se acelera la maduración de las uvas.
El envero es un punto de inflexión en el que, en lugar de contar hacia delante, empezamos a descontar días hasta la vendimia, el momento más importante del ciclo.
¡Qué nervios y a la vez, qué ilusión!