En el campo: La magia del envero, cuando las uvas empiezan a decir “Aquí estoy”

El envero es una de las fases en las que más se nota cómo evoluciona la vid y que marca la cuenta atrás hasta el comienzo de la vendimia.

En esta fase se dan cambios en el metabolismo y la fisiología de la planta, y uno de los que más llama la atención es que la uva empieza a transformar su color. Esto se produce porque las células vegetales de las uvas dejan de sintetizar clorofila y en su piel, el hollejo, se crean compuestos fenólicos, sobre todo, antocianos, responsables de dar el color a los vinos tintos.

Al tiempo que ocurre el envero, se produce también el agostamiento de los brotes, aquellos brotes que habían florecido en primavera y que dieron lugar a las flores que se han convertido, a estas alturas de verano, en racimos.

Cuando los brotes ya son racimos y dejan de crecer, los brotes que portan estos racimos también cambian su color, los tallos, de ser verdes y por un proceso de “lignificación” (palabra que procede del latín lignum, leño) se convierten en zarcillos o sarmientos, esos tallos retorcidos que luego, tras la vendimia, acaban siendo combustible para asar chuletitas.

El envero es un proceso lento que no ocurre en todas las uvas ni en todo el racimo a la vez, es un paso gradual. Desde el envero hasta la fecha de vendimia suelen transcurrir unos 60 días, pero esto no es exacto porque depende de la luz y las temperaturas. Más que de las temperaturas, de la diferencia térmica entre noche y día: cuanto mayor es el salto térmico, más azúcares sintetiza la planta, más evolucionan los compuestos fenólicos y más se acelera la maduración de las uvas.

El envero es un punto de inflexión en el que, en lugar de contar hacia delante, empezamos a descontar días hasta la vendimia, el momento más importante del ciclo.

¡Qué nervios y a la vez, qué ilusión!

El vino del verano: Las Jaras

Las Jaras debe su nombre a la flor que reina en el paisaje del Valle del Jamuz, una planta que desprende un aroma muy característico.

Las Jaras es un vino de pueblo, un tinto que procede de viñedos al sur del valle, sobre suelos arcillosos y a menor altitud que otras parcelas.

Al estar más cerca de los pueblos, estas fincas se mantuvieron en mejor estado y se replantaban, cuando algunas cepas morían, con prieto picudo en lugar de mencía, por lo que el vino es una mezcla de estas dos variedades y de alicante bouschet, también presente en las viñas viejas.

Las Jaras es un vino perfecto para el verano.

¿Por qué? Pues porque es un tinto goloso y maduro, con mucha fruta roja y negra, que resulta perfecto para tomarlo con un puntito más de frío y un buen menú veraniego con ensaladas de pasta, arroces con verduras, cremas, quesos, embutidos típicos de León…

Tiene frescura, acidez y mucha armonía en la boca, es fácil de beber, aunque tiene estructura, y en estos días estivales agradece mucho ese punto de frío que se puede dar unos minutos antes de descorcharlo: introdúcelo en una cubitera con hielo, agua y sal mientras colocas la mesa y a la hora de comer o cenar será el perfecto acompañante de una velada veraniega.

¿A qué esperas?

Alberto Aldonza, responsable de viticultura de Fuentes del Silencio: “Aquí entendemos el viñedo como un ecosistema donde conviven plantas y animales”



Alberto, tú llevas desde el comienzo del proyecto Fuentes del Silencio ¿Cómo ha sido el proceso de recuperación de viñedos en la zona?

Ha sido un proceso lento; nos hemos encontrado con viñedos abandonados hace tiempo, producto de la despoblación de las zonas rurales. En el Valle del Jamuz hay un pueblo con 9 habitantes, Herreros tiene 39… y son solo un ejemplo.

Nos hemos encontrado con viñedos abandonados, algunos incluso tenían encinas en medio, porque la naturaleza vuelve a recuperar lo que fue suyo, y el proceso de recuperación va poco a poco. Durante unos cuantos años no ha habido producción, pero ahora estamos empezando a recoger esos frutos y en algunas de ellas haremos vendimia este 2021.
¿Qué trabajos conlleva esta labor de recuperación? Resúmelos un poco para que lo entiendan bien nuestros lectores.

Los viñedos tienen matorrales, árboles… Lo primero es limpiar todo el viñedo de matorrales y maleza. El siguiente paso es quitar raíces de algunas encinas y las de algunas cepas, ayudados de una mini excavadora.

Después hay que hacer una poda muy seria; aquí la llaman “a la mocha” e implica dejar solo la cabeza de la planta, aunque nosotros solemos dejar alguna rama para que la savia fluya y la planta rebrote.

Más adelante toca descubrir las cepas; muchas parcelas que llevan muchos años abandonadas tienen hierbas que han ido tapando la planta, y no se sabía que ahí había una cepa hasta que no lo hemos descubierto.

Con una azada hacemos una “poza” para descubrir la madera… cuando algunos vecinos nos han visto hacer esto, algunos se han mostrado escépticos y otros nos han llamado arqueólogos de las viñas, ya que parece que estamos en una excavación antigua.

Luego hay que abonar en esa misma poza, con un abono ecológico y libre de antibióticos. Esto es un chute de energía para que la planta brote con fuerza.

Lo último ya es, al año siguiente, dirigir los nuevos pulgares de la planta. Es necesario ver cómo brota para saber qué se puede hacer para conducirla. Llevamos siete años haciendo este trabajo, pero lo más costoso son el primero y el segundo año, que es cuando la planta empieza a rebrotar.
Y la puesta en marcha de la certificación ecológica ¿Qué conllevó?

Los viñedos que habían estado abandonado no tienen restos de tratamiento alguno, pero a la hora de sacarlos adelante sin usar productos químicos, el proceso es más lento. Si se usaran químicos, la planta rebrotaría más rápido, pero eso a la larga tampoco es beneficioso para ella porque se usan nitratos y son perjudiciales, podríamos decir que son una especie de veneno. Otros viñedos que hemos adquirido sí estaban tratados con pesticidas y herbicidas. Cuando empezamos a trabajar con ellos parecían paisajes lunares, sin vida y sin hierbas, eso sí, muy limpios.

Con la mínima intervención posible, procuramos no compactar los suelos con el peso de la maquinaria pero limpiamos las calles entre viñedo y, entre planta y planta sí que tenemos una cubierta vegetal, que nos ayuda a mantener la biodiversidad (insectos que ayudan a polinizar, fauna microbiana…). Para obtener la certificación ecológica, es preciso que pasen tres años en los que hay que estar trabajando así.

En Fuentes del Silencio entendemos el viñedo como un ecosistema, un conjunto de plantas y también de animales.

Eso sí, es preciso dejar una distancia con los vecinos para mantener la pureza de las viñas, y solemos dejar sin vendimiar hileras de viñedo cercanas a las parcelas que sí usan tratamientos para preservar la pureza de nuestros vinos. Ahora estoy intentando convencer a estos vecinos para que trabajen en ecológico, pero convencerles, cuando llevan toda la vida tratando la viña, no es siempre fácil.
¿Cuáles son tus parajes preferidos en el Valle del Jamuz y por qué?

Esa es una pregunta muy difícil. Si te soy sincero, me encanta una zona de Quintana y Congosto, a 850 metros, un pequeño teso, muy pedregoso, me tiene enamorado. Tanto, que a veces hablo con Marta para hacer un vino solamente de este paraje.

Todos son distintos… La zona de Quintanilla me gusta por la altitud (850-900 mts), que da unas uvas súper frescas, es un paraje espectacular; Palacios, también en altitud, tiene unos castaños preciosos junto al viñedo…

Pero yo, como terruño, me quedo con esa hectárea de Congosto.

¿Cómo se logra, desde el campo, que el vino transmita ese paisaje que tú pisas a diario?

Esto realmente va en sintonía con la filosofía de la bodega y de Marta: al tener viñedos en altitud, y aunque las variedades sean las mismas, hay mucha diferencia entre las fechas de maduración de unas fincas y otras. Nosotros optamos por vendimiar por parcelas y sectores. Cuando la uva está perfecta en una zona, se vendimia ese lugar y se vinifica en roble francés. Y así con todas. Solemos empezar por Jiménez de Jamuz y acabar en Quintanilla, pero esto no es una ciencia exacta.

Al vinificar por parcelas, en cada fudre que está fermentando se nota el paraje. Este trabajo es mucho más costoso pero merece la pena, porque el vino no sabe igual. No es mejor una que otra, son distintas, la mencía de un valle bajo es más madura, la que viene de zona alta es más fresca… esto lo preservamos en la elaboración y cada una de las zonas se termina por reflejar en el vino.

Alberto y todo el equipo de Fuentes del Silencio trabajamos para mostrarte el paisaje del Jamuz en cada uno de los vinos que elaboramos. Te invitamos a descubrirlos visitando nuestra tienda online.

Alberto y todo el equipo de Fuentes del Silencio trabajamos para mostrarte el paisaje del Jamuz en cada uno de los vinos que elaboramos. Te invitamos a descubrirlos visitando nuestra tienda online.

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