Nuestras vides son en su mayoría de finales del siglo XIX y principios del XX. Pertenecían a familias que elaboraban el vino para consumo propio coexistiendo en la misma parcela variedades autóctonas siendo la predominante la Mencía, con presencia igualmente de Alicante Bouschet, Gran negro, Doña Blanca, Prieto Picudo, Palomino o Godello entre otras.
Realizamos un trabajo de restauración de patrimonio vinícola de Jamuz recuperando viñedos prefiloxéricos y centenarios. Los cuidamos con el mayor esmero y cariño, siendo un tesoro que debemos preservar. Trabajo de suelo, poda minuciosa en invierno y “desnietados” en verano para mejorar la aireación dentro de nuestras cepas, plantadas en vaso rastrero tradicional de la zona. De esta forma conseguimos reducir al mínimo los tratamientos, fortaleciendo la salud de nuestras plantas y respetando la biodiversidad y el equilibrio de la fauna y la flora. A estas parcelas centenarias se le suma una pequeña superficie de nueva plantación usando portainjertos poco vigorosos y madera seleccionada de nuestras cepas viejas.
Las Jaras se obtiene a partir de viñedos centenarios de nuestro valle, los cuales han sido cuidados con cariño y esmero por muchas generaciones de nuestras familias. La vegetación que predomina en este paraje son bosques de encinas y jaras, que rodean a los viñedos y que además le dan a nuestro vino el carácter que define nuestro paisaje.
Del paisaje más inhóspito, azotado por el viento del Teleno y expuesto a las temperaturas más extremas del valle, donde las viñas han sobrevivido para sacar su mejor expresión, obtenemos Las Quintas. Las condiciones extremas de altitud, clima y los suelos arenosos permiten obtener la máxima expresión en elegancia, transmitiendo unos aromas y un frescor inigualables.
La Gándara es la mejor parcela, el mejor viñedo. Es ahí donde todo el mundo quería tener sus viñas antiguamente. Se trata de un pequeño paraje de poco más de una hectárea dividida en microparcelas de viñedo, situados sobre nuestra bodega tradicional excavada en la montaña. La protección del bosque que rodea esta zona, su insolación y la predominancia del viento han contribuido a crear un paraje excepcional donde las viñas expresan una tipicidad extraordinaria.
En cada parcela, a principios del siglo XX, nuestros abuelos plantaron unas pocas cepas de Palomino, Godello, Doña Blanca y Verdejo, entre otras variedades blancas. De estas raras y muy viejas cepas obtenemos en muy pequeña cantidad nuestro vino blanco donde se expresa muy bien el carácter frío y austero de nuestro valle.
La vendimia se realiza de forma manual, seleccionando las uvas de cada parcela en función de maduración y recogiéndolas en cajas con un máximo de 15 kilos para preservarlas mejor. Una ardua tarea, ya que en algunos de nuestros viñedos el porte es muy “rastrero”.